agosto 08, 2004

Generaciones

I


El llamado telefónico interrumpió sus pensamientos...¡ aló, quién habla?, ah sí, entiendo, ¿ como estás ? ... Yo, muy bien, que te gustaría verme, Bueno, Okey, Pásame a buscar mañana en la tarde a la oficina, alrededor de las 19 horas,... sí, hay varios cafés, pubs, ... lo que te guste más..... Mi dirección es Avenida Rosales 348, Departamento 14. De acuerdo, hasta mañana, Chao !

Esta llamada le hizo tomar conciencia acerca de los años que habían transcurrido, Jean Genovesse, ya era un cuarentón maduro, sin embargo, mantenía una apariencia jovial, respaldada por una forma de expresarse relajada y natural, proyectando la imagen de una persona asertiva y agradable.

La oficina de Jean esta localizada en una zona céntrica, pero que se considera muy bohemia, confluyendo en sus arterias, galerías de arte, talleres de artesanos, restauradores, ateliéres de pinturas, librerías antiguas, y un sin número de cafetines, bares y restaurantes, lugares frecuentados por personalidades del mundo intelectual, político y empresarial, que le otorgan un carácter propio y abigarrado.

II


La mente de Jean empezó a divagar trayendo algunos recuerdos y situaciones vívidas a su memoria...

El viejo barrio de la época de estudiante, allí cada personajillo parecía tener un lugar que ocupar, el verdulero, el emporio, la carnicería, el almacén, la panadería, la librería, entre otros. Además en el uso cotidiano de estos lugares comunes, se acompañaban los nombres propios de cada individuo, esto es, don Enrique, el carnicero, don Luis, el zapatero. Esta forma singular, tenía la particularidad que todos los muchachos hablaban un lenguaje común propio del barrio, porque para ir a comprar, se iba a la panadería del Español, al almacén de don Juan, y al Emporio de la Susana, una dama que tenía unas caderas muy anchas y unos senos pantagruélicos, motivadores de chascarros masculinos.
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En este mundillo, Rachel era la viuda de la sastrería, morena atractiva, que bastaba que saliera, para que al regresar en las tardes, sirviese de comidillo para las cuentos picarescos de lo muchachos. Independiente que volviese de rezar el rosario, se comentaba que había salido con su amante, que sufría de fiebre uterina, y que tenía relaciones con ese tremendo quiltro feroz que seguía al finado por todas partes cuando estaba en vida, y que ahora hacía las veces de Cerverus, un can protector, algo así como la reencarnación perruna del marido muerto.

Fue en esa vieja sastrería, dónde Jean quinceañero, un día que la viuda le tomaba medidas en la pretina del pantalón, se atrevió a tocarle los pechos en forma bastante audaz. La mujer reaccionó bastante aireada y molesta, llenando de vergüenza al muchacho, después de lo cuál, lo despidió sin contemplaciones ... Sin embargo, después de varios días de este suceso, para terminar su trabajo debía hacer unas pruebas para medir los largos y ajustar las bastillas, y mandó llamar al muchacho....

Jean amostazado se presentó bastante cortado, pero, la viuda comenzó a hablarle en forma muy natural, procediendo a efectuar su tarea como si nada hubiera pasado. Esto le devolvió la tranquilidad al joven, despertando su atención el hecho que no había nadie ese día en el taller, atreviéndose a preguntar, ¿ no vino la gente a trabajar hoy ? ella respondió sin mirarlo, ..A partir de hoy, habrá una tarde libre para el personal en la semana, que coincide con unos cursos de mis hijos Pepe y Lucita, espero que vengas a verme esos días.

III


Durante la época de estudiantes, Jean había presentado a Ricardo Peña, uno de sus mejores amigos a Lucita, que con el correr del tiempo se fue transformando en una mujer tan atractiva como Rachel, su madre.

Después de vivir un romance de verano, Ricardo y Lucita que en ese entonces eran ambos menores de veinte años, debieron contraer matrimonio, según la costumbre de la época, .... ya Lucita cargaba con el embarazo de tres meses de la que sería Marilyn, ella la chica de la llamada telefónica .

Ricardo Peña era un muchacho varonil, bien parecido de complexión atlética, con un carácter alegre y desvergonzado, la vida parecía sonreírle, y por supuesto, las muchachas lo encontraban de lo más atractivo, situación que él aprovechaba con simpatía y descaro.

Curiosamente, Jean y Ricardo siendo entrañables amigos, no eran exactamente almas gemelas, más bien eran personalidades complementarias, potenciándose en esta relación, cuyo objetivo funcional estaba al servicio de la conquista de muchachas.

Ricardo orientó sus esfuerzos laborales hacia las áreas de marketing, aprendiendo el oficio de camerámen, que le permitió acceder a trabajos en el campo de la publicidad. Area plena de modelos y gente del ambiente televisívo, que le otorgaba un cierto glamour.

Esta combinación de personas figurativas, siempre deseosas de ser famosas, y escenarios permisivos con ideas superficiales, fue un compóst explosivo para la personalidad de Ricardo. En alrededor de siete años su balance emocional arrojaba dos divorcios, tres matrimonios, y cinco chiquillos, entre ellos, la mayor de su primera experiencia conyugal era Marilyn.

Después del divorcio, Lucita la ex-esposa de Ricardo Peña como en un ajuste de cuentas, alguna vez había llamado a Jean, y al más estilo griego le transmitió su falta de interés en otros hombres, y mencionando algunos versículos bíblicos, fundamentando unos preceptos bastante poco entendíbles, le manifestó que a él le correspondía ayudarla, (sic). Ayuda consistente en satisfacer sus inquietudes amorosas, sin obligaciones posteriores de naturaleza romántica ni económica. Solamente exigía absoluta reserva y discreción, dado que ella debía mantener su imagen profesional intachable, pero también requería alimentar a la hembra que en ella habitaba.

Este compromiso se programó en un calendario semanal, fijándose los martes una cita periódica, quedando Jean a libre disposición de ejercer otros días, cualquiera fuera, requerimientos, en que según las actividades de la rutina laboral de Lucita, ella podía otorgar o no.
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Durante años Jean cumplió con estos compromisos a cabalidad, y ahora hacía memorias para recordar los instantes de quiebre, tanto con la abuela Rachel, que ahora teniendo sus años, aún conservaba una cierta lozanía juvenil que le daba un atractivo maduro y sereno bastante especial; como con Lucita, la madre de Marilyn y amiga de toda la vida de Jean. que siendo de una edad similar a éste, había perdido tempranamente esa donosura que la abuela mantenía. En la práctica, no aparecía ninguna ruptura ni otro suceso especial de corte de relaciones entre las partes, simplemente Jean había dejado de acudir a las citas, quedando una situación de hecho en el aire inconclusa, perdiéndose en el transcurso del tiempo el hábito.

IV


Ahora Marilyn, que estaba realizando estudios superiores en la Universidad de Stökolm, había llegado desde Suecia por una temporada de vacaciones.

Jean sentía un afecto paternal por esta chica, a quién había conocido desde su nacimiento, y había sido una especie de consejero informal en la educación de la muchacha, sin proponérselo siquiera, más bien, tanto la abuela Rachel

como Lucita, consideraban su opinión como bastante válida. Ello básicamente, porque Jean había realizado estudios universitarios, alcanzando con los años un cierto renombre en el ámbito profesional, que además le había permitido lograr una cierta estabilidad e independencia económica.

En cuánto a lo emocional, Jean aparecía como maduro, balanceado y discreto, algo mirón, según el decir de algunas señoras, pero siempre que se le necesitaba estaba en el lugar adecuado, tenía la palabra justa, sin llamar demasiado la atención. Tal vez, esta característica de inadvertencia, era justamente lo que llamaba la atención de él.

Durante años Marilyn escuchó cuentos acerca de las andanzas de su padre Ricardo Peña, quién siempre aparecía acompañado por su compañero de aventuras, Jean Genevesse. Ambos gozaban de una fama de conquistadores y mujeriegos, en que Ricardo era el extrovertido, simpático y casquivano, en resumen un parrandero; mientras Jean hacía el rol de estudioso, enigmático y reservado. Además, Rachel y Lucita, hablaban siempre que se referían a éste, con palabras elogiosas, que muchas veces a ella le sonaban como melosas y cursis.

Cuando el timbre de la puerta sonó, Jean se encontraba enfrascado en emitir un reporte financiero que lo tenían totalmente abstraído, por lo que la interrupción del riiing de la campanilla, lo trajo desde el ámbito de los pensamientos al mundo cotidiano, aterrizándolo bruscamente en el presente.

Abrió la puerta y vio una muchacha joven extremadamente alta, se podría decir varios centímetros más que él, la inspección ocular inmediata, le proyectó una persona atlética, atractiva, que le miraba franca y amistosamente con una sonrisa que mostraba unos dientes muy blancos y alineados. El rostro encuadraba proporcionalmente con una frente amplia, y una nariz recta, destacándose unos ojos negros profundos, de expresión burlona, acompañados de labios gruesos y carnosos, cuyo conjunto daban un golpe de vista que necesariamente se ajustaban a una versión femenina de Ricardo Peña.

Hola, Hola !, qué gusto verte, pareciera que fue ayer la última vez que nos vimos, dijo Jean con tono natural, tratando de enganchar a la chica; Sí, contestó ella, apenas han pasado 6 años. Pasa, pasa, entra.

Dirigiéndose a su escritorio, Jean cogió unos papeles y empezó a ordenarlos con manos expertas, mientras masculló una batería de precipitadas preguntas sin esperar respuestas; Cuéntame de tu vida, qué haces, qué estudias, qué es de tu padre, lo ves, estás casada, de novia, tu madre, tu abuela Rachel, ¿ Como están?,

Marilyn se sentó en el escritorio mostrando unas piernas contoneadas y musculosas, y con gesto algo provocativo, le dijo, no me hagas preguntas tontas, todos están bien; he venido porque mi abuela y mi madre me hablan mucho de tí, y según mi padre, eres el único amigo que ha tenido en su vida, ahora creo debe estar con su quinta esposa, en quizás que país, no sé, tu sabes como son las cosas, quería saludarte y comprobar una teoría que tengo en mente.

Bueno, vamos a tomar un trago y conversamos, contestó Jean, algo inquieto porque ella se contorneaba en el asiento improvisado del escritorio. En realidad es una tremenda hembra, pensó para sus adentros. Ella pareció adivinar sus pensamientos, y le preguntó con descaro, ¿ Te parezco atractiva, deseable ?, a mí no me haces lesa, ya capté que eres mirón y sensual ;

Haciéndose el desentendido Jean insistió en salir a algún lado, Ella dio la vuelta del escritorio y se acercó abiertamente a Jean, diciéndole, Mira, deja de hacerte el niñito hipócrita, durante años fuíste el amante, primero de mí abuela; y después de mi madre, y ahora quiero que completes la faena conmigo, en esta familia, las tontas todas sueñan disimuladamente con tus conquistas amorosas, quiero comprobar que tan bueno eres, ahora y aquí mismo. Acto seguido se abalanzó sobre Jean, que no atinaba a reaccionar, porque no acertaba a calibrar si la chica jugaba una broma pesada con él, o qué, y por otra parte, un freno de conciencia, interno e invisible, le sujetaba,... además, .. el parecido de Ricardo Peña, la lealtad para con Rachel, Lucita,.... Sin darse mayores preámbulos ni esperas, Marilyn, le agarró de los pantalones, desabotonándolo y bajando el cierre del hombre. En un impulso irreflexivo, se arrodilló suplicante, insinuándose con frases obscenas nada amorosos...

Tómame!, poséeme!, deseo ser tuya!, Ahh, mirón, te capté desde un comienzo eres un viejo libidinoso, que bajo ese aire enigmático de señor, te gusta follarte a las mujeres.... a mi abuela...a mi madre... y ahora a mí....

Todo estos requiebros, despertaron mecánicamente a Jean, quién reaccionando con algo de violencia, avasalló a la muchacha mientras procedía a arrancarle la blusa sin siquiera desabrocharla.
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El resto fue una sucesión de desafíos y entregas, tomas y posiciones en que el juego lúdico del sexo, no parecía culminar, Jean, estaba enervado, y castigaba a la chica, canalizando su agresividad con una suerte de indiferencia febril pero tratando de producirle el máximo de placer, casi como si fuera una atención profesional. Sin embargo, ella era fuerte y atlética, cada orgasmo le traía nuevos ímpetus, haciéndola más exigente y agresiva en sus movimientos.....Así transcurrió el tiempo, la danza de las horas cobró sus impuestos con un Jean trastocado, sin sentimientos ni emociones, como un albañil que coloca ladrillos sin pensar, sin escuchar, sin abandonarse.

¡ Esta bien !, ¡ creo que es suficiente !, dijo Jean cansado y sudoroso, desenbarazándose de la muchacha .. ella estaba semidesnuda, y la habitación lucía desordenada,... El ambiente estaba cargado de silencios y presagios, el puente hacia el infinito estaba roto..

A los pocos días ella volvió a continuar sus estudios en la vieja Europa, jamás ha vuelto a encontrarse con Jean.

Han pasado varios años y Lucita siempre contacta por teléfono a Jean para saludarlo, y comunicarle que Marilyn viene de visita, que se casó que tienes dos hijos, y que cuando venga le ha expresado que le gustaría ver al amigo de su padre, .. ¡ espero que te encuentres bien!,... tu sabes que siempre somos amigos...mamá te envía cariños....

Jean camina sobre el césped mojado en el parque, se distrae con algunos recuerdos,... se detiene para lanzar migas de pan a las palomas que revolotean a su alrededor, a veces, mira al horizonte, enciende un cigarrillo y guarda silencio...... a lo lejos de trasfondo, se escucha el bullicio y la algarabía de la ciudad....

julio 03, 2004

El Aprendiz de Capilla

I
Era una mañana como otra cualquiera, sin embargo, Mouret estaba agitado, pues Bárbara había aceptado la invitación que le hiciera el día anterior para que le acompañara a la Iglesia esa tarde.

Mouret un estudiante de cuarto grado universitario, cursaba estudios paralelos de ingeniería, matemáticas y filosofía, poseía una personalidad algo extravagante. Como sus propios congéneres decían, no calzaba con el prototipo esperable de un estudiante de su época, siempre estaba interesado en temas extraños y disímiles, tales como hipnosis, mnemotecnia, magia, hierbas medicinales, y otras materias que le daban un aire de nigromante, rol que él en cierta medida asumía con una actitud ensimismada , como un posesionado, y algo sobreactuado.

Bárbara era una estudiante de tercer grado en la Facultad de Química, tenía inquietudes poéticas y literarias, participaba a menudo en tertulias dónde ella recitaba con gran elocuencia e histrionismo poesías de Neruda, Becquer, Gabriela Mistral, García Lorca, Amado Nervo y otros. En el fondo de su ser, disfrutaba de los aplausos que ella arrancaba en esas veladas, ocasión en que su oculta vanidad aparecía primero sutilmente para después desbordarse en un estado febril sin control.

En estas jornadas se juntaban una variedad de personalidades del ambiente universitario, en que cada cuál llevaba una rutina real o aparente, de manera de destacarse y llamar la atención de sus contemporáneos. Tan pronto un grupo de estudiantes tocaba la guitarra, cantando a varias voces improvisadas, otro contaba un cuento de Papini; Julio, un estudiante de licenciatura en matemáticas , hacía trucos mentales haciendo operaciones diversas con rapidez y destreza, impresionando a la concurrencia, y así,.. se iban sucediendo distintos participantes, en que se respiraba un ambiente de camaradería y jolgorio bastante confortable. Cabe señalar que estos grupo no estaban conformados ni por compañeros de cátedras, ni siquiera de las mismas facultades, allí, simplemente se combinaban de facto alumnos de Matemáticas, Físicas, Química, y otros de diferentes especialidades de Ingeniería, que eran la base del Campus Universitario de ese entonces.
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Allí, una mañana después de hacer una demostración de memoria extraordinaria, alarde que Mouret utilizaba como muletilla para "deslumbrar a la clientela", según palabras del mismo, descubrió esa chiquilla alta , bien modelada , de facciones angulosas , extremadamente atractiva, que no era otra que Bárbara. La velada de ese día había sido coronada con fuertes aplausos, después que la chica había recitado en forma emocionada;

Farewell. Ambos quedaron bastante sorprendidos de sus capacidades histriónicas de comunicación y embrujo, conversando animadamente, siempre mirándose fijamente a los ojos en forma bastante inquisidora, que cargan implícitamente el ruego y la promesa del llamado de la atracción.

Después de varias semanas, tan sólo se habían cruzado un par de veces en la Biblioteca Central, lugar de lecturas obligadas, y multiples horas de ejercicios, aprovechando los tiempos muertos que se producían entre los diferentes horarios de clases. Programación que a veces obligaba a permanecer largas jornadas en el Campus, que estaba bastante alejado de la ciudad , ya que existían bloques de cátedras de 8:00 a 13:30, seguidos por otros de 16:00 a 20:30, pero ni siquiera en forma regular, pues otros días , había que hacer bloques continuos de 8:00 a 18:30.

Esta alocada estructura curricular de cursos, presentaba estos tiempos libres que se utilizaban en gran medida para estudiar en la Biblioteca, permitiendo a veces la conformación de estas tertulias en forma espontánea.

Fue en uno de estos encuentros casuales en la Biblioteca, que Mouret abordó a Barbara, invitándola para ese Jueves al atardecer, y ésta había aceptado gustosa. Ella tenía curiosidad de conocer un poco mejor a ese extraño personaje, además, no le parecía un tipo místico, por ello, esta invitación a la Iglesia de Nuestra Señora del Paraíso, la tenía bastante intrigada. Aunque ambos se sentían atraídos, ella estaba formalmente de novia y contaba con un compromiso de casamiento para mediados del segundo semestre del año entrante. Por lo mismo, Mouret no abrigaba grandes expectativas, más bien esperaba llamar la atención de la chica, y a la vez, presumir frente a sus compañeros como conquistador...

II
El padre Gisbert era un religioso belga radicado desde hacía bastantes años en el país, hombre de espíritu elevado y profundo, había llegado a los 70 años a la cúspide de su carrera sacerdotal, contaba con el respeto de su congregación y feligreses. Entre sus talentos y aficiones ocupaba un lugar preponderante la ejecución del órgano de tubos, habilidad que ponía al servicio de la Iglesia con gran maestría y una actitud de humildad. Desde hacía algún tiempo y por razones de su ministerio había delegado sus funciones de Kapellmeister(*1), en uno de los alumnos de este monumental instrumento, el mismísimo Mouret Collier, que sin tener grandes condiciones ni aptitudes excepcionales, poseía un ritmo y cierta rigidez en la cuadratura del contrapunto, que otorgaba una expresión especial a la música de Bach, Buxtehude, Pachelbel entre otros.

Este lenguaje de contrapuntos, preludios ,fugas, corales y afines era un lugar común en que el padre Gisbert, Maestro de Organo, Kapellmeister, dedicaba largas horas , escuchando con infinita paciencia las múltiples y reiteradas repeticiones de compases y pasajes en que a su juicio, Mouret tropezaba o más bien atropellaba alguna cadenzas, haciendo perder el sentido y misticismo que esta música debiera transmitir. Estas reuniones servían de pretexto para entablar largas divagaciones filosóficas, intercambiando estiletes de Kant, Spinoza, Locke, Heráclito, Parménides, San Agustín, Santo Tomás y otros pensadores, que invariablemente terminaban con una disertación magistral de este cura erudito, quién se complacía con su propio discurso y por la admiración que causaba en su pseudo-oponente intelectual, puesto que en ningún caso este tenía la talla ni la profundidad del religioso. Con el pasar del tiempo, existía una especie de complicidad y comprensión mutua entre ambos, en que sin embargo las diferencias de edades y particularidades valóricas ambos disfrutaban de estas tertulias.

Como era habitual los días jueves, la Iglesia tenía poca concurrencia, algunas señoras y caballeros orando en actitud de constricción, además de uno que otro aficionado conocedor que disfrutaba del sonido del órgano en esas tardes, deambulaba en los corredores de la planta baja, en forma bastante desordenada.

(*1)N.del autor : Kapellmeister : del alemán maestro de capilla, se usaba para mencionar las funciones del músico encargado del órgano y coro en las ceremonias religiosas.

III
Ambos jóvenes subieron hasta el coro de la capilla, lugar donde Mouret procedió a conectar la energía, descubrir los teclados, y a disertar en forma doctoral acerca de las funciones y combinaciones de los registros del instrumento, dando de paso, una explicación de algunas transformaciones que se le habían llevado a cabo, colocando esta joya antigua en un grado de tecnología y modernidad destacadísimo entre sus pares.
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La combinación de algunas raíces de los principios que sustentan la música religiosa, y las explicaciones y ejecución de temas asociados a momentos ceremoniales, tales como : Gloria in excelsis, Laudamus Te, Gratias Agimus, Domine Deus, Qui Tollis, Qui Sedes, Quanonium Tu, Cum Sancto Spiritu , Benedictus, produjo una sublimación en estos jóvenes sensibles y vitales...

La fuerza de la Toccata y Fuga en Re Menor, ( BWV 565), y algunos pasajes de la Cantata Nro 4, BMW 645, Sleepers Awake, seguidos de Jesu, Joy of Man´s Desiring, de la Cantata Nro 147, dejaron a Bárbara extasiada, sin poder pronunciar palabras,... Los feligreses y aficionados se retiraban , después de los últimos acordes del órgano, seguido de un largo silencio.

IV
Mouret observó con la mirada a la muchacha, esta parecía una semidiosa, extraída del mismo olimpo , en ese momento tenía el rostro transfigurado y sus ojos trasparentes y brillantes miraban en otra dimensión a un punto imaginario que no lograba alcanzar, solamente correspondió con una sonrisa de complicidad. Sin siquiera guardar las partituras ni cerrar los teclados, la tomó suave pero firmemente por la cabeza, atrayéndola hacia sí, sorprendiendo a la muchacha, la besó en los labios, primero sin mucha convicción, pero al sentir que la mujer respondía, la avasalló con pasión, abrazándola con decisión.

Ella tembló embelesada entregándose al juego sensual de las caricias, sintiendo una excitación beatífica, el deseo del dulce enlace primordial, mientras Mouret el mago del órgano, sin consideraciones de lugar ni de tiempo, la tomó de la cintura levantando sus faldas, apoyándose en los teclados como un macho voluptuoso se apoderó de su intimidad .... Allí en el atrio de la casa de Dios, Mouret, delirante e insaciable cuál maestro de ceremonias, anhelante de lo eterno y de lo absoluto, se deleitó en la sublime unión, consumando el misterio sagrado de la pasión. aprovechando esa oportunidad, ese instante que se abre ocasionalmente, con la fascinación.

V
Una semana más tarde, el padre Gisbert recibía con desgano al joven Kapellmeister, manifestándole que los estudios de órgano y las tertulias de investigación habían terminado, además que sus funciones de ejecutante en ceremonias tales como matrimonios, misa de difuntos, responsos, etc. quedaban relegadas.
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Mouret recibió el comunicado con una aparente indiferencia, sin comprender que motivaba tal decisión. Después de un largo silencio, hizo un gesto de asentimiento, y sin agregar nada más, encaminó sus pasos hacia la salida para retirarse,... El padre Gisbert, exasperado le miró con ojos coléricos, y desde una cierta distancia, le dijo con una voz ronca y terrible , He sido cura por casi 55 años, siempre al servicio de Dios, y habiendo tenido tentaciones , la disciplina, el arte, la búsqueda de la verdad me han sostenido en los momentos de crisis, pero, sepa que también soy hombre, y ahora usted, a quien consideraba un amigo espiritual, encarnando al mismo demonio me enrostra el pecado, arrastrándome a las proximidades y las tinieblas del Averno. Mouret seguía sin entender ... y agregó, no entiendo Padre.. Bueno, tal vez otro día me lo explique, ... Adios!

El padre Gisbert, pareció calmarse, y con la vista pérdida como si mirara al infinito tratando de encontrarse consigo mismo, pero sin aparentemente poder lograrlo, agregó : Adios, Retírese!... y después de un silencio mientras Mouret caminaba hacia el corredor de salida, gritó : ..¡ Y, ha de saber que los suspiros amatorios de esa mujer en el coro, me importunan hasta en los arcos y ojivas del mismísimo templo.... !

VI
Bárbara y Mouret fueron discretos amantes hasta el día anterior a la celebración de la boda, en que ella contrajo nupcias con su prometido de toda la vida.

La tarde de la ceremonia religiosa, el majestuoso órgano rendía su último homenaje entre coros y trompetas, anunciando albricias por el feliz matrimonio, .... La interpretación de Mouret fue impecable, rindiendo tributo al viejo cura Kapellmeister, su maestro; y como ofrenda musical a su amante, quién desde entonces se convirtió en la abnegada y fiel esposa, señora Bárbara, .....