julio 03, 2004

El Aprendiz de Capilla

I
Era una mañana como otra cualquiera, sin embargo, Mouret estaba agitado, pues Bárbara había aceptado la invitación que le hiciera el día anterior para que le acompañara a la Iglesia esa tarde.

Mouret un estudiante de cuarto grado universitario, cursaba estudios paralelos de ingeniería, matemáticas y filosofía, poseía una personalidad algo extravagante. Como sus propios congéneres decían, no calzaba con el prototipo esperable de un estudiante de su época, siempre estaba interesado en temas extraños y disímiles, tales como hipnosis, mnemotecnia, magia, hierbas medicinales, y otras materias que le daban un aire de nigromante, rol que él en cierta medida asumía con una actitud ensimismada , como un posesionado, y algo sobreactuado.

Bárbara era una estudiante de tercer grado en la Facultad de Química, tenía inquietudes poéticas y literarias, participaba a menudo en tertulias dónde ella recitaba con gran elocuencia e histrionismo poesías de Neruda, Becquer, Gabriela Mistral, García Lorca, Amado Nervo y otros. En el fondo de su ser, disfrutaba de los aplausos que ella arrancaba en esas veladas, ocasión en que su oculta vanidad aparecía primero sutilmente para después desbordarse en un estado febril sin control.

En estas jornadas se juntaban una variedad de personalidades del ambiente universitario, en que cada cuál llevaba una rutina real o aparente, de manera de destacarse y llamar la atención de sus contemporáneos. Tan pronto un grupo de estudiantes tocaba la guitarra, cantando a varias voces improvisadas, otro contaba un cuento de Papini; Julio, un estudiante de licenciatura en matemáticas , hacía trucos mentales haciendo operaciones diversas con rapidez y destreza, impresionando a la concurrencia, y así,.. se iban sucediendo distintos participantes, en que se respiraba un ambiente de camaradería y jolgorio bastante confortable. Cabe señalar que estos grupo no estaban conformados ni por compañeros de cátedras, ni siquiera de las mismas facultades, allí, simplemente se combinaban de facto alumnos de Matemáticas, Físicas, Química, y otros de diferentes especialidades de Ingeniería, que eran la base del Campus Universitario de ese entonces.
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Allí, una mañana después de hacer una demostración de memoria extraordinaria, alarde que Mouret utilizaba como muletilla para "deslumbrar a la clientela", según palabras del mismo, descubrió esa chiquilla alta , bien modelada , de facciones angulosas , extremadamente atractiva, que no era otra que Bárbara. La velada de ese día había sido coronada con fuertes aplausos, después que la chica había recitado en forma emocionada;

Farewell. Ambos quedaron bastante sorprendidos de sus capacidades histriónicas de comunicación y embrujo, conversando animadamente, siempre mirándose fijamente a los ojos en forma bastante inquisidora, que cargan implícitamente el ruego y la promesa del llamado de la atracción.

Después de varias semanas, tan sólo se habían cruzado un par de veces en la Biblioteca Central, lugar de lecturas obligadas, y multiples horas de ejercicios, aprovechando los tiempos muertos que se producían entre los diferentes horarios de clases. Programación que a veces obligaba a permanecer largas jornadas en el Campus, que estaba bastante alejado de la ciudad , ya que existían bloques de cátedras de 8:00 a 13:30, seguidos por otros de 16:00 a 20:30, pero ni siquiera en forma regular, pues otros días , había que hacer bloques continuos de 8:00 a 18:30.

Esta alocada estructura curricular de cursos, presentaba estos tiempos libres que se utilizaban en gran medida para estudiar en la Biblioteca, permitiendo a veces la conformación de estas tertulias en forma espontánea.

Fue en uno de estos encuentros casuales en la Biblioteca, que Mouret abordó a Barbara, invitándola para ese Jueves al atardecer, y ésta había aceptado gustosa. Ella tenía curiosidad de conocer un poco mejor a ese extraño personaje, además, no le parecía un tipo místico, por ello, esta invitación a la Iglesia de Nuestra Señora del Paraíso, la tenía bastante intrigada. Aunque ambos se sentían atraídos, ella estaba formalmente de novia y contaba con un compromiso de casamiento para mediados del segundo semestre del año entrante. Por lo mismo, Mouret no abrigaba grandes expectativas, más bien esperaba llamar la atención de la chica, y a la vez, presumir frente a sus compañeros como conquistador...

II
El padre Gisbert era un religioso belga radicado desde hacía bastantes años en el país, hombre de espíritu elevado y profundo, había llegado a los 70 años a la cúspide de su carrera sacerdotal, contaba con el respeto de su congregación y feligreses. Entre sus talentos y aficiones ocupaba un lugar preponderante la ejecución del órgano de tubos, habilidad que ponía al servicio de la Iglesia con gran maestría y una actitud de humildad. Desde hacía algún tiempo y por razones de su ministerio había delegado sus funciones de Kapellmeister(*1), en uno de los alumnos de este monumental instrumento, el mismísimo Mouret Collier, que sin tener grandes condiciones ni aptitudes excepcionales, poseía un ritmo y cierta rigidez en la cuadratura del contrapunto, que otorgaba una expresión especial a la música de Bach, Buxtehude, Pachelbel entre otros.

Este lenguaje de contrapuntos, preludios ,fugas, corales y afines era un lugar común en que el padre Gisbert, Maestro de Organo, Kapellmeister, dedicaba largas horas , escuchando con infinita paciencia las múltiples y reiteradas repeticiones de compases y pasajes en que a su juicio, Mouret tropezaba o más bien atropellaba alguna cadenzas, haciendo perder el sentido y misticismo que esta música debiera transmitir. Estas reuniones servían de pretexto para entablar largas divagaciones filosóficas, intercambiando estiletes de Kant, Spinoza, Locke, Heráclito, Parménides, San Agustín, Santo Tomás y otros pensadores, que invariablemente terminaban con una disertación magistral de este cura erudito, quién se complacía con su propio discurso y por la admiración que causaba en su pseudo-oponente intelectual, puesto que en ningún caso este tenía la talla ni la profundidad del religioso. Con el pasar del tiempo, existía una especie de complicidad y comprensión mutua entre ambos, en que sin embargo las diferencias de edades y particularidades valóricas ambos disfrutaban de estas tertulias.

Como era habitual los días jueves, la Iglesia tenía poca concurrencia, algunas señoras y caballeros orando en actitud de constricción, además de uno que otro aficionado conocedor que disfrutaba del sonido del órgano en esas tardes, deambulaba en los corredores de la planta baja, en forma bastante desordenada.

(*1)N.del autor : Kapellmeister : del alemán maestro de capilla, se usaba para mencionar las funciones del músico encargado del órgano y coro en las ceremonias religiosas.

III
Ambos jóvenes subieron hasta el coro de la capilla, lugar donde Mouret procedió a conectar la energía, descubrir los teclados, y a disertar en forma doctoral acerca de las funciones y combinaciones de los registros del instrumento, dando de paso, una explicación de algunas transformaciones que se le habían llevado a cabo, colocando esta joya antigua en un grado de tecnología y modernidad destacadísimo entre sus pares.
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La combinación de algunas raíces de los principios que sustentan la música religiosa, y las explicaciones y ejecución de temas asociados a momentos ceremoniales, tales como : Gloria in excelsis, Laudamus Te, Gratias Agimus, Domine Deus, Qui Tollis, Qui Sedes, Quanonium Tu, Cum Sancto Spiritu , Benedictus, produjo una sublimación en estos jóvenes sensibles y vitales...

La fuerza de la Toccata y Fuga en Re Menor, ( BWV 565), y algunos pasajes de la Cantata Nro 4, BMW 645, Sleepers Awake, seguidos de Jesu, Joy of Man´s Desiring, de la Cantata Nro 147, dejaron a Bárbara extasiada, sin poder pronunciar palabras,... Los feligreses y aficionados se retiraban , después de los últimos acordes del órgano, seguido de un largo silencio.

IV
Mouret observó con la mirada a la muchacha, esta parecía una semidiosa, extraída del mismo olimpo , en ese momento tenía el rostro transfigurado y sus ojos trasparentes y brillantes miraban en otra dimensión a un punto imaginario que no lograba alcanzar, solamente correspondió con una sonrisa de complicidad. Sin siquiera guardar las partituras ni cerrar los teclados, la tomó suave pero firmemente por la cabeza, atrayéndola hacia sí, sorprendiendo a la muchacha, la besó en los labios, primero sin mucha convicción, pero al sentir que la mujer respondía, la avasalló con pasión, abrazándola con decisión.

Ella tembló embelesada entregándose al juego sensual de las caricias, sintiendo una excitación beatífica, el deseo del dulce enlace primordial, mientras Mouret el mago del órgano, sin consideraciones de lugar ni de tiempo, la tomó de la cintura levantando sus faldas, apoyándose en los teclados como un macho voluptuoso se apoderó de su intimidad .... Allí en el atrio de la casa de Dios, Mouret, delirante e insaciable cuál maestro de ceremonias, anhelante de lo eterno y de lo absoluto, se deleitó en la sublime unión, consumando el misterio sagrado de la pasión. aprovechando esa oportunidad, ese instante que se abre ocasionalmente, con la fascinación.

V
Una semana más tarde, el padre Gisbert recibía con desgano al joven Kapellmeister, manifestándole que los estudios de órgano y las tertulias de investigación habían terminado, además que sus funciones de ejecutante en ceremonias tales como matrimonios, misa de difuntos, responsos, etc. quedaban relegadas.
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Mouret recibió el comunicado con una aparente indiferencia, sin comprender que motivaba tal decisión. Después de un largo silencio, hizo un gesto de asentimiento, y sin agregar nada más, encaminó sus pasos hacia la salida para retirarse,... El padre Gisbert, exasperado le miró con ojos coléricos, y desde una cierta distancia, le dijo con una voz ronca y terrible , He sido cura por casi 55 años, siempre al servicio de Dios, y habiendo tenido tentaciones , la disciplina, el arte, la búsqueda de la verdad me han sostenido en los momentos de crisis, pero, sepa que también soy hombre, y ahora usted, a quien consideraba un amigo espiritual, encarnando al mismo demonio me enrostra el pecado, arrastrándome a las proximidades y las tinieblas del Averno. Mouret seguía sin entender ... y agregó, no entiendo Padre.. Bueno, tal vez otro día me lo explique, ... Adios!

El padre Gisbert, pareció calmarse, y con la vista pérdida como si mirara al infinito tratando de encontrarse consigo mismo, pero sin aparentemente poder lograrlo, agregó : Adios, Retírese!... y después de un silencio mientras Mouret caminaba hacia el corredor de salida, gritó : ..¡ Y, ha de saber que los suspiros amatorios de esa mujer en el coro, me importunan hasta en los arcos y ojivas del mismísimo templo.... !

VI
Bárbara y Mouret fueron discretos amantes hasta el día anterior a la celebración de la boda, en que ella contrajo nupcias con su prometido de toda la vida.

La tarde de la ceremonia religiosa, el majestuoso órgano rendía su último homenaje entre coros y trompetas, anunciando albricias por el feliz matrimonio, .... La interpretación de Mouret fue impecable, rindiendo tributo al viejo cura Kapellmeister, su maestro; y como ofrenda musical a su amante, quién desde entonces se convirtió en la abnegada y fiel esposa, señora Bárbara, .....