I
El llamado telefónico interrumpió sus pensamientos...¡ aló, quién habla?, ah sí, entiendo, ¿ como estás ? ... Yo, muy bien, que te gustaría verme, Bueno, Okey, Pásame a buscar mañana en la tarde a la oficina, alrededor de las 19 horas,... sí, hay varios cafés, pubs, ... lo que te guste más..... Mi dirección es Avenida Rosales 348, Departamento 14. De acuerdo, hasta mañana, Chao !
Esta llamada le hizo tomar conciencia acerca de los años que habían transcurrido, Jean Genovesse, ya era un cuarentón maduro, sin embargo, mantenía una apariencia jovial, respaldada por una forma de expresarse relajada y natural, proyectando la imagen de una persona asertiva y agradable.
La oficina de Jean esta localizada en una zona céntrica, pero que se considera muy bohemia, confluyendo en sus arterias, galerías de arte, talleres de artesanos, restauradores, ateliéres de pinturas, librerías antiguas, y un sin número de cafetines, bares y restaurantes, lugares frecuentados por personalidades del mundo intelectual, político y empresarial, que le otorgan un carácter propio y abigarrado.
II
La mente de Jean empezó a divagar trayendo algunos recuerdos y situaciones vívidas a su memoria...
El viejo barrio de la época de estudiante, allí cada personajillo parecía tener un lugar que ocupar, el verdulero, el emporio, la carnicería, el almacén, la panadería, la librería, entre otros. Además en el uso cotidiano de estos lugares comunes, se acompañaban los nombres propios de cada individuo, esto es, don Enrique, el carnicero, don Luis, el zapatero. Esta forma singular, tenía la particularidad que todos los muchachos hablaban un lenguaje común propio del barrio, porque para ir a comprar, se iba a la panadería del Español, al almacén de don Juan, y al Emporio de la Susana, una dama que tenía unas caderas muy anchas y unos senos pantagruélicos, motivadores de chascarros masculinos.
En este mundillo, Rachel era la viuda de la sastrería, morena atractiva, que bastaba que saliera, para que al regresar en las tardes, sirviese de comidillo para las cuentos picarescos de lo muchachos. Independiente que volviese de rezar el rosario, se comentaba que había salido con su amante, que sufría de fiebre uterina, y que tenía relaciones con ese tremendo quiltro feroz que seguía al finado por todas partes cuando estaba en vida, y que ahora hacía las veces de Cerverus, un can protector, algo así como la reencarnación perruna del marido muerto.
Fue en esa vieja sastrería, dónde Jean quinceañero, un día que la viuda le tomaba medidas en la pretina del pantalón, se atrevió a tocarle los pechos en forma bastante audaz. La mujer reaccionó bastante aireada y molesta, llenando de vergüenza al muchacho, después de lo cuál, lo despidió sin contemplaciones ... Sin embargo, después de varios días de este suceso, para terminar su trabajo debía hacer unas pruebas para medir los largos y ajustar las bastillas, y mandó llamar al muchacho....
Jean amostazado se presentó bastante cortado, pero, la viuda comenzó a hablarle en forma muy natural, procediendo a efectuar su tarea como si nada hubiera pasado. Esto le devolvió la tranquilidad al joven, despertando su atención el hecho que no había nadie ese día en el taller, atreviéndose a preguntar, ¿ no vino la gente a trabajar hoy ? ella respondió sin mirarlo, ..A partir de hoy, habrá una tarde libre para el personal en la semana, que coincide con unos cursos de mis hijos Pepe y Lucita, espero que vengas a verme esos días.
III
Durante la época de estudiantes, Jean había presentado a Ricardo Peña, uno de sus mejores amigos a Lucita, que con el correr del tiempo se fue transformando en una mujer tan atractiva como Rachel, su madre.
Después de vivir un romance de verano, Ricardo y Lucita que en ese entonces eran ambos menores de veinte años, debieron contraer matrimonio, según la costumbre de la época, .... ya Lucita cargaba con el embarazo de tres meses de la que sería Marilyn, ella la chica de la llamada telefónica .
Ricardo Peña era un muchacho varonil, bien parecido de complexión atlética, con un carácter alegre y desvergonzado, la vida parecía sonreírle, y por supuesto, las muchachas lo encontraban de lo más atractivo, situación que él aprovechaba con simpatía y descaro.
Curiosamente, Jean y Ricardo siendo entrañables amigos, no eran exactamente almas gemelas, más bien eran personalidades complementarias, potenciándose en esta relación, cuyo objetivo funcional estaba al servicio de la conquista de muchachas.
Ricardo orientó sus esfuerzos laborales hacia las áreas de marketing, aprendiendo el oficio de camerámen, que le permitió acceder a trabajos en el campo de la publicidad. Area plena de modelos y gente del ambiente televisívo, que le otorgaba un cierto glamour.
Esta combinación de personas figurativas, siempre deseosas de ser famosas, y escenarios permisivos con ideas superficiales, fue un compóst explosivo para la personalidad de Ricardo. En alrededor de siete años su balance emocional arrojaba dos divorcios, tres matrimonios, y cinco chiquillos, entre ellos, la mayor de su primera experiencia conyugal era Marilyn.
Después del divorcio, Lucita la ex-esposa de Ricardo Peña como en un ajuste de cuentas, alguna vez había llamado a Jean, y al más estilo griego le transmitió su falta de interés en otros hombres, y mencionando algunos versículos bíblicos, fundamentando unos preceptos bastante poco entendíbles, le manifestó que a él le correspondía ayudarla, (sic). Ayuda consistente en satisfacer sus inquietudes amorosas, sin obligaciones posteriores de naturaleza romántica ni económica. Solamente exigía absoluta reserva y discreción, dado que ella debía mantener su imagen profesional intachable, pero también requería alimentar a la hembra que en ella habitaba.
Este compromiso se programó en un calendario semanal, fijándose los martes una cita periódica, quedando Jean a libre disposición de ejercer otros días, cualquiera fuera, requerimientos, en que según las actividades de la rutina laboral de Lucita, ella podía otorgar o no.
Durante años Jean cumplió con estos compromisos a cabalidad, y ahora hacía memorias para recordar los instantes de quiebre, tanto con la abuela Rachel, que ahora teniendo sus años, aún conservaba una cierta lozanía juvenil que le daba un atractivo maduro y sereno bastante especial; como con Lucita, la madre de Marilyn y amiga de toda la vida de Jean. que siendo de una edad similar a éste, había perdido tempranamente esa donosura que la abuela mantenía. En la práctica, no aparecía ninguna ruptura ni otro suceso especial de corte de relaciones entre las partes, simplemente Jean había dejado de acudir a las citas, quedando una situación de hecho en el aire inconclusa, perdiéndose en el transcurso del tiempo el hábito.
IV
Ahora Marilyn, que estaba realizando estudios superiores en la Universidad de Stökolm, había llegado desde Suecia por una temporada de vacaciones.
Jean sentía un afecto paternal por esta chica, a quién había conocido desde su nacimiento, y había sido una especie de consejero informal en la educación de la muchacha, sin proponérselo siquiera, más bien, tanto la abuela Rachel
como Lucita, consideraban su opinión como bastante válida. Ello básicamente, porque Jean había realizado estudios universitarios, alcanzando con los años un cierto renombre en el ámbito profesional, que además le había permitido lograr una cierta estabilidad e independencia económica.
En cuánto a lo emocional, Jean aparecía como maduro, balanceado y discreto, algo mirón, según el decir de algunas señoras, pero siempre que se le necesitaba estaba en el lugar adecuado, tenía la palabra justa, sin llamar demasiado la atención. Tal vez, esta característica de inadvertencia, era justamente lo que llamaba la atención de él.
Durante años Marilyn escuchó cuentos acerca de las andanzas de su padre Ricardo Peña, quién siempre aparecía acompañado por su compañero de aventuras, Jean Genevesse. Ambos gozaban de una fama de conquistadores y mujeriegos, en que Ricardo era el extrovertido, simpático y casquivano, en resumen un parrandero; mientras Jean hacía el rol de estudioso, enigmático y reservado. Además, Rachel y Lucita, hablaban siempre que se referían a éste, con palabras elogiosas, que muchas veces a ella le sonaban como melosas y cursis.
Cuando el timbre de la puerta sonó, Jean se encontraba enfrascado en emitir un reporte financiero que lo tenían totalmente abstraído, por lo que la interrupción del riiing de la campanilla, lo trajo desde el ámbito de los pensamientos al mundo cotidiano, aterrizándolo bruscamente en el presente.
Abrió la puerta y vio una muchacha joven extremadamente alta, se podría decir varios centímetros más que él, la inspección ocular inmediata, le proyectó una persona atlética, atractiva, que le miraba franca y amistosamente con una sonrisa que mostraba unos dientes muy blancos y alineados. El rostro encuadraba proporcionalmente con una frente amplia, y una nariz recta, destacándose unos ojos negros profundos, de expresión burlona, acompañados de labios gruesos y carnosos, cuyo conjunto daban un golpe de vista que necesariamente se ajustaban a una versión femenina de Ricardo Peña.
Hola, Hola !, qué gusto verte, pareciera que fue ayer la última vez que nos vimos, dijo Jean con tono natural, tratando de enganchar a la chica; Sí, contestó ella, apenas han pasado 6 años. Pasa, pasa, entra.
Dirigiéndose a su escritorio, Jean cogió unos papeles y empezó a ordenarlos con manos expertas, mientras masculló una batería de precipitadas preguntas sin esperar respuestas; Cuéntame de tu vida, qué haces, qué estudias, qué es de tu padre, lo ves, estás casada, de novia, tu madre, tu abuela Rachel, ¿ Como están?,
Marilyn se sentó en el escritorio mostrando unas piernas contoneadas y musculosas, y con gesto algo provocativo, le dijo, no me hagas preguntas tontas, todos están bien; he venido porque mi abuela y mi madre me hablan mucho de tí, y según mi padre, eres el único amigo que ha tenido en su vida, ahora creo debe estar con su quinta esposa, en quizás que país, no sé, tu sabes como son las cosas, quería saludarte y comprobar una teoría que tengo en mente.
Bueno, vamos a tomar un trago y conversamos, contestó Jean, algo inquieto porque ella se contorneaba en el asiento improvisado del escritorio. En realidad es una tremenda hembra, pensó para sus adentros. Ella pareció adivinar sus pensamientos, y le preguntó con descaro, ¿ Te parezco atractiva, deseable ?, a mí no me haces lesa, ya capté que eres mirón y sensual ;
Haciéndose el desentendido Jean insistió en salir a algún lado, Ella dio la vuelta del escritorio y se acercó abiertamente a Jean, diciéndole, Mira, deja de hacerte el niñito hipócrita, durante años fuíste el amante, primero de mí abuela; y después de mi madre, y ahora quiero que completes la faena conmigo, en esta familia, las tontas todas sueñan disimuladamente con tus conquistas amorosas, quiero comprobar que tan bueno eres, ahora y aquí mismo. Acto seguido se abalanzó sobre Jean, que no atinaba a reaccionar, porque no acertaba a calibrar si la chica jugaba una broma pesada con él, o qué, y por otra parte, un freno de conciencia, interno e invisible, le sujetaba,... además, .. el parecido de Ricardo Peña, la lealtad para con Rachel, Lucita,.... Sin darse mayores preámbulos ni esperas, Marilyn, le agarró de los pantalones, desabotonándolo y bajando el cierre del hombre. En un impulso irreflexivo, se arrodilló suplicante, insinuándose con frases obscenas nada amorosos...
Tómame!, poséeme!, deseo ser tuya!, Ahh, mirón, te capté desde un comienzo eres un viejo libidinoso, que bajo ese aire enigmático de señor, te gusta follarte a las mujeres.... a mi abuela...a mi madre... y ahora a mí....
Todo estos requiebros, despertaron mecánicamente a Jean, quién reaccionando con algo de violencia, avasalló a la muchacha mientras procedía a arrancarle la blusa sin siquiera desabrocharla.
El resto fue una sucesión de desafíos y entregas, tomas y posiciones en que el juego lúdico del sexo, no parecía culminar, Jean, estaba enervado, y castigaba a la chica, canalizando su agresividad con una suerte de indiferencia febril pero tratando de producirle el máximo de placer, casi como si fuera una atención profesional. Sin embargo, ella era fuerte y atlética, cada orgasmo le traía nuevos ímpetus, haciéndola más exigente y agresiva en sus movimientos.....Así transcurrió el tiempo, la danza de las horas cobró sus impuestos con un Jean trastocado, sin sentimientos ni emociones, como un albañil que coloca ladrillos sin pensar, sin escuchar, sin abandonarse.
¡ Esta bien !, ¡ creo que es suficiente !, dijo Jean cansado y sudoroso, desenbarazándose de la muchacha .. ella estaba semidesnuda, y la habitación lucía desordenada,... El ambiente estaba cargado de silencios y presagios, el puente hacia el infinito estaba roto..
A los pocos días ella volvió a continuar sus estudios en la vieja Europa, jamás ha vuelto a encontrarse con Jean.
Han pasado varios años y Lucita siempre contacta por teléfono a Jean para saludarlo, y comunicarle que Marilyn viene de visita, que se casó que tienes dos hijos, y que cuando venga le ha expresado que le gustaría ver al amigo de su padre, .. ¡ espero que te encuentres bien!,... tu sabes que siempre somos amigos...mamá te envía cariños....
Jean camina sobre el césped mojado en el parque, se distrae con algunos recuerdos,... se detiene para lanzar migas de pan a las palomas que revolotean a su alrededor, a veces, mira al horizonte, enciende un cigarrillo y guarda silencio...... a lo lejos de trasfondo, se escucha el bullicio y la algarabía de la ciudad....